El 2017 ha sido un año extraño, y difícil, regresando a Madrid, y pensando de nuevo en dejarlo, uno de esos años de transición que no sabes dónde estás, ni a dónde vas realmente. Por eso dos de las tres películas que cito aquí son en realidad del 2016, aunque yo no las vi hasta regresar a Madrid, en febrero.

Toni Erdmann, de Maren Ade

En su momento, a finales del 2016 (¡qué lejano parece ese finales del 2016!), me parecía incomprensible el éxito de Toni Erdmann en los Premios del Cine Europeo, arrasando, frente a una joya como era I, Daniel Blake, tras de verla no me quedaron muchas dudas de la justicia del premio.

El argumento es el de una comedia tonta que hemos visto mil veces en el cine de Hollywood de segunda fila: un padre se disfraza de un personaje estrafalario para ayudar a su hija, aunque ella sólo siente que le está incordiando, y le enseña el verdadero sentido de la vida. La gran diferencia es que realmente, le enseña, nos enseña todos, parte de ese inasible sentido de la vida. Toni Erdmann tiene algo tan profundo, emocionante, y, a la vez, difícil de definir, que sólo puede ser eso: la Verdad, la vida.

La fille inconnue, de los hermanos Dardenne

Una magnífica película sobre la responsabilidad, y sobre como todos podemos cometer errores terribles, y cómo la diferencia la marca el cómo reaccionamos a ellos.

The Last Jedi , de Rian Johnson

En un año tan duro como el 2017 no sé si habría podido soportar que terminara con una mala película de Star Wars. Afortunadamente, no tuve que hacerlo. Rian Johnson ha logrado estar a la altura del mito, y, sobre todo, ha logrado personajes cuyo carisma esté a la altura de aquellos con los que crecimos (en eso Lucas fracasó estrepitosamente en las precuelas).