Anoche, en la exposición sobre el Expresionismo Abstracto, en la Royal Academy, no fue, como habría esperado, alguno de los Rothkos lo que más me impresionó, sino el Number 11, o Blue Poles, de Jackson Pollock.
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Quizás porque así percibo ahora mi vida. El más absoluto caos, sin ningún mensaje aparente, ni un camino claro. Una ininteligible sucesión de hechos (desgracias y bendiciones, pero más desgracias que bendiciones) demasiado grandes, demasiado abrumadores. La vida, al final, no parece ni una habitación ni un camino, ni escaleras ni serpientes.
Sin embargo, en 1950, cuando Time citó una crítica donde se describía la obra de Pollock como caótico, este respondió contundentemente con un telegrama: “No chaos, damn it.”. Todo en su obra, es intencional. Hay un patrón, hay un orden que él veía, y que yo no.
¿Es también así nuestra existencia?