Dos propósitos para el nuevo año: Primero, llevar aún más a mi vida el compromiso con el planeta que exigía a los políticos en Copenhague, y que tan miserablemente nos negaron a los ciudadanos. Consumir menos, producir la menor basura posible, ahorrar energía y agua, intentar volar lo menos posible.El segundo propósito, mucho más complicado, tiene que ver con el compromiso conmigo: dejar de consumirme, de sufrir, de convertir en una tragedia de dimensiones mitológicas cada pequeña desgracia que me suceda, dejar de sentirme tan axfisiado por esa culpa de origen desconocido que lo llena todo, permitirme más alegría, más ligereza. En definitiva, seguir de una vez las enseñanzas de los estoicos.Pensaba luego en el estoicismo, en la imagen erronea que esta filosofía tiene en la actualidad de hombres severos, rígidos, que se le limitan a aguantar con entereza mil golpes de la vida.En realidad, el mejor ejemplo actual de lo que es el estocismo está en la última película de Woody Allen, “Whatever Works”, una oda, ya desde el mismo título, a disfrutar la vida tal como viene, a dejar de sufrir, y a dejar de hacer sufrir a los demás por nuestras tonterías.