He dedicado parte de la tarde a repasar mi diario, ese viejo cuaderno que me ha acompañado durante los últimos años, y cuyas páginas están a punto de agotarse.Comienza el 3 de octubre del 1999, lamentando la pérdida del cuaderno anterior (He perdido un año, escribí entonces.)Leo esos escritos con un extraño distanciamiento: era yo, yo escribía todo eso. Todavía me reconozco, pero, a la vez, parece un pasado tan distante.. He leído de mis último año en la Universidad, de las decisiones que tomé después, y que entonces consideré un terrible error (y quizás lo fueran, pero poco importa ya). De mi caída, de buscar alguna respuesta, algún sentido a todo eso.Luego las cosas cambian. Supongo que conseguí perdonarme por traicionar tantos sueños, que, en parte, aprendí a vivir esa vida que me había tocado, y que, reconozcámoslo, no era mala. A veces era incluso muy buena.¿Y luego? A finales del 2002, comienza otra etapa, o más bien una no-etapa. Es quizás la que ha dado título a este blog. ¿Qué hice en esos años? ¿Qué sucedió en ese tiempo? ¿En qué cambié? La respuesta es simplemente “Nada”. Repasando ese cuaderno, he encontrado esto. Así me sentía durante esos dos estúpidos años:10 de febrero del 2003La pregunta, en definitiva, aunque se presente bajo muchas formas, bajo poéticos disfraces, es: “¿Qué piensas hacer con lo que te queda de vida, chico? Probablemente sea más larga de lo que esperas. ¿Qué vas a hacer con ella?”Y no tengo respuestas. Ni siquiera verdaderos sueños. Ya no tengo nada. Estoy más inmóvil, más atascado, de que he estado en toda mi vidaPero comencé a cambiar. No sé realmente cuánto. Ni si es real. Pero ahí está. En marzo copiaba esta cita de To the Lighthouse, de Virginia Woolf:She had a sense of being past everything, through everything, out of everything, as she helped the soup, as if there was an eddy -there- and one could be in it, or one could be out of it, and she was out of it. It’s all come to an end.It’s all come to and end. Y esa etapa iba a terminar.Muy poco después comencé este blog, tras una etapa de obsesiva reflexión que no anoté en ningún sitio. Leí El Guardián en el Centeno. Fui a New York. Fui a Santiago. Y ya no estoy seguro de ser la misma persona.